martes, 8 de febrero de 2011

Columna 33: Miguel Grau


Encontró Grau a la muerte en el lugar por él deseado: el mar. Nunca mejor tumba para el héroe. Abierto al alba y al crepúsculo, el mar ofrece vasto escenario para la epopeya. No necesitó Grau más horizonte que ese. Cielo peruano en mar atormentado por la refriega. No hubo mejor umbral para la gloria. Grau cruzaba los puentes seguro de su destino. Nada significaba ahí la evidente superioridad física de los otros. La fe crecía en él por mandato de la sangre. Tal vez evocó otras horas aciagas. Quizás se solazó con imborrables recuerdos de infancia. Seguramente trajo a la memoria nombres con quienes compartió preocupaciones y esperanzas. El mar era su escudo y su coraza. La patria se le confundía, entre el fragor del combate, con la historia de los suyos y con la historia de todos los que, como él, se jugaban ahí ante el adversario. Cruzaba el puente sin vacilación, y los suyos aprendieron a leerle la mirada, en cuya remota perspectiva crecía la imagen de la patria. Grau estaba ahí, sereno. Y ahí sigue. Lo estamos viendo. Nos toca la sangre todavía. Está presente. Como el mar.

1 comentario:

  1. Columna publicada el 8 de octubre de 1976, recordando un aniversario más del Combate de Angamos, donde se inmoló Miguel Grau, nuestro héroe en la guerra con Chile en 1879.

    ECH

    ResponderEliminar