martes, 8 de febrero de 2011

Columna 42: Los desnudos en las revistas


“¿Cisneros, por qué saca usted tanto desnudo en su revista semanal? ¿No basta con tanta concupiscencia, tanto hedor desprendido de las noticias arrancadas a la página policial? ¿Qué hay de constructivo en eso, Cisneros, usted que es pedagogo y que se llena la boca de espuma para afirmarlo? ¿Es que si no, no hay venta? ¿Es eso realmente una excusa fundada? ¿Quiere decir que no aspira a educar sino a ganar? ¡Es usted, entonces, un vulgar capitalista, con todos los adjetivos que nuestra capacidad ideológica pudiera acumular! ¡No, Cisneros, no; no tiene perdón de Dios, créame usted, se lo aseguro!” y me lo dicen y me lo escriben; y me remiten sobres medianos, sobres gigantes, en que me devuelven los posters con calatas que suelen aparecer en alguna revista cada siete días. Y no mientan a mi padre, sino a mi profesión. Y me encomiendan a gentes que aún no he visto registradas en el santoral. En verdad, no es que esto no nos haya preocupado, sino que el asunto debe ser encarado desde varias perspectivas. ¡Claro que soy un profesor, y claro también que lo de ahora es adventicio! Pero uno no puede improvisar. Toda improvisación es fatal. Lo que no se puede es hacer las cosas precipitadamente, obrar por impulsos. No me han educado así, y he aprendido a mirar pausadamente lo que va a venir, y a obrar en función de programas que lo vislumbren o lo alcancen. Felizmente, la solución me la sugieren los propios muchachos, los supuestos beneficiarios visuales de tanta desnudez. No han ido al canasto las cartas, mi desconocido lector. Usted no las enviaba para publicarlas y escandalizar. Usted las enviaba para que surtieran efecto. Pues surtirán. Gracias. Como usted ve, entre todos hacemos el país. Y las revistas.

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