sábado, 23 de abril de 2011

Columna 108: Conversando con los hijos


Ahora que nos convocan, y en buena hora, para que padres, autoridades y maestros colaboremos en la tarea de ayudar a desterrar de nuestros muchachos la costumbre de las drogas, conviene abrir los ojos y comprender en qué grave y hermosa tarea nos comprometemos. Si no comprendemos algo esencial, corremos el riesgo de engañarnos mutuamente. No se trata de desentenderse de la realidad ambiente, porque ella nutre un día y otro día la historia de las clínicas y la historia policial. Pero no quiero hablar precisamente de esa gran verdad, sino de la que se oculta tras este empeño nuestro. No quiero ver el bosque, sino detenerme en los árboles. Los padres tenemos mucho que decir y hacer al respecto. Sobre todo, mucho que hacer. Nuestros muchachos están tristes y descorazonados. La frustración que los visita a veces nace de la soledad y del monólogo a que solemos condenarlos. La vida nos gana de modo que nos quita el minuto indispensable en que los hombres necesitamos hablarnos de corazón a corazón, lo sé. Pero hay que encontrarlo ahora, y no quejarnos más tarde de no haberlo sabido buscar. La vida no nos puede ganar a nuestros hijos: tenemos que ganárselos nosotros a toda costa, a todo amor. Y de corazón a corazón necesitamos hablarnos con nuestros muchachos. Digo HABLAR, no digo reprender ni aconsejar, porque para eso solemos darnos tiempo, y escogemos la voz engolada o el tono destemplado. Conversación es la mirada tierna y el tiempo largamente disponible para escuchar lo de ellos y hacer oír lo nuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario