El cable lo dijo escuetamente: por una equivocación en el aeropuerto, una familia portuguesa lloró y veló a un muerto que no le pertenecía. Producidos los intercambios de rigor, cada cual pudo llorar lo que le era propio. Puede usted tomar la noticia con ironía, mi amigo, si lo desea. Pero quiero destacar un sesgo de la noticia. ¿No será que el hecho de que nos parezca grotesco puede explicar el que no acertemos a construir la verdadera hermandad entre los hombres? ¿No será que por creer que cada muerte no nos pertenece, nos pasamos ignorando que a lo mejor estamos viviendo la vida que no nos corresponde? Si así fuera, Dios mío, cuántas veces habremos tropezado con un hermano sin saberlo; cuántas veces hemos denostado al prójimo, cuya vida defendemos en las pancartas y en las declaraciones oficiales. En la Biblia está, con la voz de San Pablo. ¡Hombres de poca fe! Aprender a llorar la muerte de otro nos recuerda el deber de amar al prójimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario