Esta columna de hoy está totalmente quebrada. Tengo pedacitos de este lado, y pedacitos de este otro. Me imagino los apuros de Adrián, el dibujante: ¿dónde poner, por ejemplo, el pedacito de amor y dónde el pedacito de odio o de muerte chiquita que a todos nos seduce? Y sobre todo, ¿dónde poner los pedazos deformes, y cómo reconocerlos si la máquina escribe todo con la misma soltura, y si la pantalla de composición nada distingue, y si la rotativa dará cuenta de todo de la misma indiferente manera? ¿Cómo destacar lo bueno, si esta columna no tiene color? Pero me esfuerzo para que la columna alcance a ser, por lo menos, una media columna, tal vez descuajeringada, aunque esbelta en su intención, sobria de contenido. Una columna rompecabezas: todo un conjunto de pedacitos de columna en busca de su verdadero eje vertebral. Pobre Adrián, que espera hacer con tanto retazo suelto su columna ideal del día de hoy.
La columna se refiere a Adrián Arias, el dibujante que diariamente acompañaba con dibujos abstractos las columnas que presentaba Luis jaime en el diario El Observador (Mi Columna).
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