miércoles, 2 de febrero de 2011

Columna 16: Las vocaciones


¿Seguirá Sociología o Psicología este muchacho arequipeño que me consulta? ¿Deberá plantearse, como quieren sus mentores ocasionales, el problema de lo que va a ganar o lo que puede eventualmente perder? ¿Tiene derecho la familia para decidir en esto de la vocación? “Usted, doctor, con su experiencia, puede tal vez serme útil”. Claro que puedo, siempre y cuando convengamos en que la experiencia que más me sirve no es la de los libros sino la de las gentes. ¿Por qué no se dejará a los muchachos crecer como las flores, ayudándolos con el riego indispensable, sin atosigarlos de agua, confiando un poco en ese empuje creador que los anima? ¿Por qué no aprender a ver con ellos el perfil del porvenir, en vez de empeñarnos en presentarles la imagen de nuestro pasado, endeudada como está a nuestra inhabilidad para el dibujo exacto? Porque la vocación no tiene nada que ver con el éxito. Tiene que ver con la felicidad. ¿Y se funda en aptitudes, en predisposiciones, en inclinaciones? Sí, pero éstas no siempre se muestran con claridad. Ocurre que hay un día en que un ademán, una palabra, un hecho revelan que ahí estaba esperándonos el destino. ¿Será Sociología, Psicología? Tal vez. Pero estas preguntas son para conversarlas, y que entiendan que el centro de esa conversación (el centro, digo) no somos precisamente nosotros. La tarea nuestra es saber escuchar. Sólo así se puede ver mejor lo de ellos, y sólo entonces se puede aconsejar.

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