martes, 8 de febrero de 2011

Columna 27: El muchacho y la Universidad


¿Qué usted no sabía cómo eran estos muchachos que acaban de ingresar en la Universidad? ¿Le preocupa a usted cómo va a encarar el estudio, la profesión? Déjelo que aprenda a hacer frente a las cosas. El es así por el momento. Desconoce en qué medida el mundo lo abate un día, cuando nos vamos cayendo por el lado del cuerpo, para levantarlo iluminado el día siguiente, en que toca surgir por el lado del alma. Un microcosmos, amigo mío. Lo hemos olvidado nosotros ciertamente. Pero ni aun si lo recordásemos podríamos reconstruir con eficacia el fabuloso y trastornado mundo de estos muchachos de hoy. Carecimos probablemente del voceado aliciente de los Beattles, del refugio alucinante de las drogas, del coruscante malestar sexual, de la clarividencia ideológica. Con estos muchachos la cosa es distinta de cómo fue para nosotros a su edad. ¡Qué me va usted a decir! Con estos muchachos se trata de la vida misma, la de ellos mezclada con la nuestra en la diaria agitación de las aulas. Nos llevan y nos traen entre sus libros y sus ilusiones. No, señora, la cosa no es tan fácil como decirse que ya ingresó, y que ahora el asunto es estudiar para ser un hombre de bien. Esas son candideces para el muchacho. La cosa es distinta, créalo usted. Es que no se trata solamente de que ahí está el mundo. Todo el mundo lo cerca y lo amenaza. Se trata de un reto desigual, y él está armado únicamente de privaciones y de penas. Desde esa perspectiva descubre la vida. Nos descubre a nosotros en toda nuestra descarnada realidad. Es en esa dimensión del trato con las gentes donde el miedo de cada muchacho crece y se multiplica en fantasmas, se deforma y enternece mientras se le diluyen las fuerzas, y con las fuerzas la fe, y con la fe la esperanza. Una miríada de ilusiones lo acoge en cuanto aprende a conocernos la mirada y a frecuentarnos el corazón. Un día es melancólico, pero brioso al día siguiente. Todos los problemas del mundo se ciernen hoy sobre nosotros y las gentes nos son hostiles. Pero mañana la vida es feliz y sonríe, y en nuestra congoja de la víspera anida ahora la esperanza del futuro. Eso también es la Universidad, señora. También es, la Universidad, ese vagar entre la melancolía y el temor, entre la zozobra y la esperanza, entre la inseguridad y el estudio. Todo tiene la misma vigencia. La misma importancia. Por eso su muchacho vale la pena, señora mía.

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