¡Por supuesto que es verdad! Solos no podríamos hacer tanto. Juntos lo haremos. ¿Usted creyó que era solamente una bravata comercial? No, amigo mío, de ninguna manera. Es una verdad de la vida. Usted puede recordarlo desde el colegio; nos juntábamos varios y lográbamos lo que queríamos. A veces empujando todos. Presionando todos a veces. Una sola voz. Como en el viejo cuento de los tres mosqueteros: todos para uno, uno para todos. Pero hay que ser todos para ser uno. ¿Será verdad que si nos pusiéramos de acuerdo, poquito a poquito, poco a poco, este esfuerzo de cada cual, sumado al de cada quien, se convertiría en un gigantesco esfuerzo del Perú? La historia lo ilustra y la memoria lo repite. Juntos, el mundo. Solos, la desazón, el miedo. Una nueva sociedad queremos construir entre todos, para todos. Si no empezamos a darnos cuenta en qué medida la voz de cada uno es instrumento que integra el gran conjunto y sin el cual no hay cómo garantizar la sinfonía, todo estará perdido. ¿De qué vale la vanagloria individual, el proyecto aislado si no viene robustecido por la fe de los otros que comparten la vida? Cruzan los carteles todas las esquinas. No son frases comerciales, créalo. Son una invitación a que se enrole usted en el compromiso. ¡Cómo que cual compromiso! ¡El que usted tiene consigo mismo, amigo mío! En cada fábrica, en cada oficina, en cada escuela, en cada taller, en cada hogar, solos no haremos nada. Pero podremos hacerlo todo entre todos.
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