Eso que la gente llama fracaso es solamente una experiencia valiosa, si uno conserva un corazón joven y valiente. El valor de un hombre no radica en vivir en el éxito, sino en enfrentar el fracaso. Sépanlo bien los muchachos. Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación. Metido en ellas, no echa de menos nada. Integro le llenan el presente, libre de afán y nostalgia. Ejercitamos las actividades trabajosas no por alguna estimación de ellas, sino por el resultado que tras sí dejan. En tanto que nos entregamos a ocupaciones vocacionales por complacencia en ellas mismas, sin importarnos su ulterior rendimiento; por eso deseamos que no concluyan nunca. Ahora que se avecina el fin de las tareas escolares, y que se hace cada vez más claro el destino de la profesión verdadera, no nos echemos a mirar hacia atrás sino hacia dentro de nosotros mismos. La vocación nos llama desde dentro, no desde la antigüedad remota. Nos llama para la felicidad, no para el éxito. Por eso, la convocatoria que supone el próximo ingreso para los futuros universitarios debe servir para meditar hondamente sobre el Perú que somos y representamos, pero debe trazar su horizonte en el Perú que ha de venir. Un país del tamaño de nuestra esperanza. Con todos sus riesgos.
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