martes, 8 de febrero de 2011

Columna 52: Las vacaciones escolares



Se anuncian las vacaciones. Y con las vacaciones, los viajes, el mar, tal vez la sierra. Para otros llega la hora de las lecturas liberadoras. Para otros, los exámenes (los que tienen sabor de arrepentimiento, y los que anuncian la proximidad del bozo). Para todos, en fin, es el cambio de actividad. El  descanso. Los muchachos saben ya felizmente que descansar es solamente cambiar de perspectiva. Debemos estimularlos y orientarlos. Se ha intensificado en los años últimos el sentido de comunidad entre los jóvenes. Hay que propiciarlo no solamente estimulando los debates, sino los grupos de teatros y las orquestas juveniles. Los adultos a veces se alegran porque sus muchachos organizan una orquesta: pero en seguida los visita el desencanto al tomar noticia del repertorio y de los instrumentos. Para los “grandes”, todo eso mentaba obligatoriamente a Chopín y Mozart. Para los muchachos se trata de otra cosa. Pues hay que alentarlos, y además hay que aprender a gustar de todo eso. No se arrepentirán. Lo mismo si organizan un grupo de teatro: los adultos prefiguran que deberá ser Benavente, Pirandello. Y otra vez el susto: para los muchachos eso se llama Brecht o Camus. Es decir, siempre para los muchachos es la vida que avanza y que abre rutas. Para el adulto, es la vida en perspectiva remota hacia el pasado. Un secreto: los muchachos tienen razón. Nuestros antepasados prefirieron cuando jóvenes a Mallarmé y no a Víctor Hugo, a Shakespeare y no a Chaucer. Pero todos viven hoy en la misma gloria. En mi mocedad, nuestro grito de guerra tenía varios nombres: Gide (que era el escándalo) y Camus (que era el riesgo). Repito: los muchachos están más cerca del porvenir.

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