A Víctor Andrés Belaúnde había que escucharlo para adivinar lo que para él significaba la fe. Y había que quererlo como lo quisimos para perdonarle las pequeñas cosas que pueden molestar. Cuando ingresaba, al atardecer, por los patios de la calle de Lártiga, enviando a los cuatro vientos signos sonoros de su presencia, Máximo se aprestaba a sonreírle desde su más encendida ternura y se esmeraba en prepararle el té que Víctor Andrés compartía con algunos de nosotros. Y era la historia de la Universidad y de las jornadas democráticas universitarias de San Marcos, cuando San Marcos era la Universidad que fue, y cuando la democracia era lo que debía ser. Y era también el rico anecdotario de las naciones Unidas; porque tenía Víctor Andrés el don de la conversación y la gracia, por sobre el afán de la elocuencia, y había aprendido a captar a los hombres. Stettinius y Molotff eran para nosotros personajes de toda hora. Y Roosevelt fue algo más que una noticia periodística. Y viejos recuerdos de su vida académica y de su fervor religioso. Cultivaba conmigo (recreaba en mí, mejor dicho) viejos afectos familiares, me perdonaba con manifiesta benevolencia mis arrestos volterianos, mi jactancia, mi mordacidad. A diez años de muerto, siento cuánto le debe mi corazón en los largos años que aprendí a quererlo y admirarlo, cuánto ha quedado en mí de su fervor por San Agustín, y sobre todo de su extraordinaria capacidad para olvidar injurias y anatemas. Las cosas sobre las que pudimos discrepar siempre fueron menos de las que nos juntaron en el cariño y la amistad. Nos unió (nos une todavía) su pasión por el Perú integral. Si la vida internacional fue una de sus mayores preocupaciones, la persistencia de esa preocupación en quienes lo quisimos resulta hoy precisamente el mejor homenaje.
Víctor Andrés Belaúnde Diez Canseco,(Arequipa 1883 - Nueva York 1966), fue un pensador humanista, diplomático, político, intelectual, escritor y educador peruano. Principal integrante de la "Generación del 900" (con Francisco García Calderón Rey y José de la Riva Agüero y Osma), es junto con José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre uno de los más influyentes personajes en la reflexión de la sociedad peruana.
ResponderEliminarColumna publicada el 14 de diciembre de 1976, conmemorando un aniversario más de su muerte.
ECH