jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 97: En busca de educadores


Si los padres tenemos clara conciencia de que preparamos a nuestros hijos para que sean felices, debemos comprender que lo serán  en su mundo, tan distinto por ideales y compromisos del que ha sido testigo de nuestro testigo de nuestro esfuerzo constructor. Esta actitud no es desalentadora sino constructiva, y va nutrida de nuestro mejor amor. Y otra cosa que debemos tener en cuenta: la crisis de nuestro hogar. Lo vemos bien quienes trabajamos con adolescentes. Nuestra imagen de felicidad y de trabajo no suele transmitirse fácilmente al alma juvenil, que se alimenta, en su hora de crisis, de nuestras fatigas y de nuestros descontroles. Los hijos se alejan lentamente de nosotros, y muy celosos debemos ser del ideal de vida que ofrecemos, si queremos que ellos vean en nuestra preocupación por educarlos lo mejor de nuestro amor, porque podemos incurrir en graves contradicciones. Por eso no es fácil elegir educadores para el muchacho. ¿Cuáles elegiremos? No los que nos agraden por sus ideas ni métodos. No puede ser así, desgraciadamente para muchos. Debemos elegir a aquellos que, con ciencia y con amor, sean capaces de descubrir las fuerzas ocultas en nuestros muchachos para que, educándolos en el mejor sentido del término, les permitan a ellos convertirlas en las armas de su felicidad. Insisto mucho en esto. Elegiremos a los educadores, teniendo siempre en cuenta esto: el mundo para el que preparamos a nuestros hijos es distinto del nuestro. A veces esas ideas y ese mundo son contrarios. Pero son el camino de su probable felicidad.

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