martes, 8 de febrero de 2011

Columna 34: Las profesiones


Octubre es mes destinado a conversar con los muchachos sobre la profesión. Profesores universitarios suelen visitar los planteles y disertar sobre la vida universitaria. Y ahí vamos los unos y los otros. Sobre todo los otros. Que medicina sirve, que ingeniería es, que sociología supone, que arquitectura, que derecho, que patatín patatán. Y los muchachos, embobados unos y escépticos los otros, que sí y que no. “Vieras lo que nos dijo el pata que habló hoy en el colegio. Es como dicen los viejos: hay que tener una profesión para salir adelante, y yo con el estudio jurídico que viene desde mi abuelo, ya tengo segura la partida”. Todo vano, todo triste, todo inútil. Quizá fue así. Quizá todos tuvimos razón, muchachos. Pero estamos en 1976. Hay hambre en el mundo, y lo habrá en mayor grado. Hay laboratorios espaciales sobre el mundo. Hay aparatos teledirigidos desde la tierra que están explorando a Marte. Hay trasplante seguro de corazones, y eventuales trasplantes de cerebros. ¿De qué tradición estamos hablando, si la tradición de que van a hablar los hijos de todos ustedes está iniciándose en el mismo instante en que se sonríen frente a la defensa que podemos hacer acá de estas profesiones nuestras del siglo que está por acabarse? ¿Quién ignora que estos muchachos (su hijo, amigo mío, su hijo) van a llegar a la madurez en el siglo XXI? El siglo de la biología marina, de la ingeniería de alimentación. Una seria formación científica ha de garantizar el futuro. No hay que asustarse, muchachos: nuestra satisfacción está en que ese futuro es de ustedes.

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