martes, 8 de febrero de 2011

Columna 48: UNICEF y los niños


Ya ha puesto en circulación UNICEF su calendario de esperanzas. Va dedicado a los niños del mundo. Qué bien suena esto: a los niños del mundo. Todos los pueblos nos juntamos en esta fe, en los derechos del hombre. Y todos los pueblos sentimos cerca el corazón al proclamar nuestro amor por los niños, nuestra preocupación por su salud y su fuerza, nuestra alegría por sus juegos y su inocente visión del mundo, nuestro empeño por su educación, nuestra decidida voluntad de protegerlos. UNICEF nos junta para meditar sobre los niños del futuro: los que harán frente a la ignorancia y al hambre, los que enfrentarán a la muerte antes de haber cumplido cinco años. Hay mucha pobreza que alcanza a los hombres en el mundo. Hay mucha muerte agazapada para los niños también. No le hace que la muerte nos acose a nosotros, que vivimos eludiéndola. Lo grave es que los sorprenda a ellos sin haber aprendido a recelar de ella. La UNICEF nos busca a los hombres; nos instruye en el amor; enciende en nuestros ojos la necesaria pasión y el coraje, que son imprescindibles para adelantarnos a la enfermedad y a la muerte y salvar, en iluminado rapto, a un niño, mejor si maltrecho, mejor si negro, mejor si analfabeto, para perfeccionar así nuestra condición humana. UNICEF nos llama así a la paz. Y nos pide una sonrisa. Todas las sonrisas merecen ahora los niños del mundo. Si no aprendemos a proporcionárselas, algún día nos reclamarán mucha lágrima.

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