jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 91: Hilario Mendívil


Sí, alargadas como el cuello de las vicuñas eran las imágenes en que Hilario Mendívil dejaba, allá en la Plaza de San Blas, huella de su talento y su fervor. Era un secreto a voces que había que atreverse por la cuesta, piedra sobre piedra, en espera de que la Plaza se nos abriese acogedora. Claro que ahí estaba el púlpito. Pero cuando no era la primera vez, el púlpito ya no era la meta, sino esa casa frente a la iglesia, donde se guardaba el secreto de esta familia de artesanos, de la que Hilario era el pontífice. Siempre aparecía entre los arcos, como un querube hinchado, sonrosado y jovial, alerta en sus manos elocuentes. La última vez que lo visité, la enfermedad venía asediándolo. Sin embargo, era el infatigable artesano de siempre. Ahora que su ojo vigilante descansa, se irá repitiendo su nombre y bajará por la cuesta la leyenda para aventarse de siglo en siglo hacia lo porvenir. Y alguien repetirá en el futuro que esos reyes, o esa familia santa que huye en su burrito, nacieron un día como milagro de unas manos que el Señor bendijo para alegría del corazón humano. Y los libros recordarán el nombre de la ciudad y del templo, y mencionarán puntualmente los datos biográficos del escultor imaginero. Y en torno de la Iglesia, los niños del futuro recordarán haber oído de boca de sus antepasados que ahí en la casa, frente a la Iglesia, Hilario sonreía como un ingenuo querube hinchado, bonachón.

2 comentarios:

  1. Hilario Mendívil Velasco (Cusco, Perú, 1927 - † idem, 1977) fue uno de los más importantes artesanos peruanos del siglo XX, reconocido por su arte en la confección de vírgenes, santos y arcabuceros, quienes presentan el rostro sereno y el cuello alargado.

    ECH

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  2. Esta columna se publicó en noviembre de 1977, como una semblanza al gran escultor cuzqueño de retablos, quien falleció en el mes antes indicado.

    ECH

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