domingo, 24 de abril de 2011

Columna 116: En la noche buena


No vamos a repetir lo de siempre; ni el pesebre, ni los cánticos, ni siquiera los villancicos. Hay muchas narices frías pegadas a las vitrinas de las tiendas, que se están ahí, los ojos ennegrecidos por la duda, en espera de lo imposible. Habrá muchas cosas ausentes. Faltará el regalo oportuno. No es eso de lo que quiero hablar, porque eso en el fondo no interesa para nada. Lo importante es que mañana en la noche todos estemos juntos en la casa para descubrir, por encima de las cosas accidentales, que estamos unidos. No hay satisfacción más grande. Unidos en la luz o en la sombra. Pero unidos. Y no porque la unión haga la fuerza, cosa que es verdad, aunque parezca sólo literatura. Sino porque la unión nos deja ver las cosas como son. Y la primera es la familia. Si esa no está unida, la familia no existe. Si ahí falta el hilo conductor del amor, no existe. Si ahí falta la esperanza, no existe. Si falta la médula que da calor e inspiración, no existe. Y si no existe, el Perú es una melaza. Se disgrega, se expande como gelatina, sin consistencia, fofo. Y si no existe el Perú, no sabemos de qué estamos hablando hace tantos años. Por eso nos junta esta fiesta. Para meditar sobre nosotros mismos, para reflexionar sobre el destino de todos los que comparten la gloria y la pena. Nos junta para decir gracias porque estamos juntos, y porque estando juntos todos, descubrimos nuestro verdadero valor. Y eso que debe pasar en cada casa, si llega a ocurrir en todas las casas del país, sirve para inundar de optimismo el territorio y hacer frente a la larga noche que todos presentimos. Sólo que entonces descubriremos por qué está sembrada de estrellas.

1 comentario:

  1. Esta columna fue publicada el 23 de diciembre de 1977, en vísperas de la Nochebuena.

    ECH

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