No es verdad que los Amigos de la Música se han despedido y se van. Acá quedamos todos los amigos de la música en el Perú; y quedamos un tanto a la espera de que alguien nos ayude a cubrir nuestra cabeza a pájaros. Sé que nos es fácil hablar de estas cosas, cuando hay todavía algún ingenuo que piensa que estos temas son frivolidades en un país que necesita escuelas, hospitales y pan. El hombre es un ser completo, amigo mío. Y vive. Y le son necesarios la salud y el trabajo, en la misma medida en que para robustecer su dignidad necesita la libertad y la cultura. Y de eso se trata: de ampliar y perfeccionar nuestra condición humana. Que haya quien no lo crea es asunto que no voy a discutir acá en la tierra, porque a la postre nos encontraremos todos en el otro valle algún día, y no he de estar entre quienes se reprochen no haber preparado el espíritu para aquella vida real y entera. Lo cierto es que acá estamos los amigos de la música, en espera de que la comunidad despierte de la indiferencia y del letargo. Y la comunidad despertará. Muchos antiguos monumentos coloniales han sido restaurados por decisión de entidades que en la comunidad viven y trabajan. Así también se ha de restablecer la vida musical. Mientras en algunos países se persigue cierta música con vanos y varios pretextos, y mientras en otros se censuran las disciplinas humanistas, nosotros defendemos la música porque en ella se juntan y recrean todas las disciplinas del hombre, la total vida espiritual del hombre. Quienes lo dudan, ojalá conserven el oído para poderlo comprender más tarde. Nosotros, mientras tanto, aguardamos con fe. Con la terca fe que el hombre tiene en sí mismo.
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