¿Así que su hijo quiere ser médico? Lo felicito, señor. ¿Y el suyo dentista, y el de usted arquitecto? Amigos míos, enhorabuena. ¿Y está usted afligida, mi buena amiga, porque no ha podido usted convencer a su muchacho de que la Física no da para la pitanza? ¿Sabe usted lo que es la vocación, señora mía? Un escozor persistente que un día se nos asienta en la garganta, otros días horribles acá en las sienes, y que de pronto lo deja a uno desganado para todo lo que no sea, como en el caso de su hijo, la Física. ¡Claro que exige celo y prudencia! ¡Por supuesto que se reclama de una dedicación constante! ¿Qué su muchacho se queda encerrado leyendo cosas de Física, o metido en laboratorios que nunca podrá comprarse él solito por su cuenta? La Física no es el laboratorio, por cierto. Recuerdo unos libros extraordinarios de Lord Eddington, que yo compartía entre textos dedicados a Ramón Cajal y a la historia de la lengua latina, eran reflexiones sobre el mundo físico. Recuerdo textos de Bohr. Recuerdo esa maravillosa teoría que revolucionó nuestra concepción del mundo, y que respondía al nombre de aquel viejo hermosamente bigotudo que era Albert Einstein. ¡Y se preocupa porque eso pueda no darle dinero a su muchacho! La vocación no tiene nada que ver con eso. Científico, sí, eso quiere ser su hijo. ¡Y enhorabuena, amiga mía! ¡Enhorabuena por su hijo, por usted, y sobre todo enhorabuena por el Perú! Hemos tenido sabios de renombre tiempos atrás. No tenemos por qué abandonar esa buena costumbre de frecuentar la Ciencia. ¿Qué a él le gustaba escribir poemas, y eran bonitos? ¡Pues no se opone! Eso de que las Ciencias y las Letras van separadas fue una antigua invención hoy desacreditada totalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario