martes, 8 de febrero de 2011

Columna 69: El ejercicio de la crítica



Difícil, muy difícil el ejercicio de la crítica. Dura lucha con el alumno, para enseñarle a dominar los ímpetus, sofrenar la adjetivación profusa, y acostumbrarlo al provechoso ejercicio de la lectura pausada (que elimina el apasionamiento). No es fácil. El adolescente se llega a la materia criticable con prejuicios subliminales surgidos de sus propias fuentes de inspiración, y ¡claro! quiere encontrar lo que le agradaría y prefiere no descubrir lo que lo perturba. O al revés. Distintas formas de la vanidad juvenil. Difícil, muy dura la prueba. Cuesta años formar a un muchacho en este proceso de objetividad consciente, e impedir al mismo tiempo que malogre, pese al disciplinario rigor, su propia carga de subjetividad, que ha de nutrir más tarde su estrategia verbal. Todavía hace más difícil la cosa la índole de los temas materia de crítica. Nadie duda de las precauciones que debe el crítico asumir frente a su tarea cuando se trata de asuntos vinculados con las ciencias naturales, con la biología, con la filosofía y hasta con la teoría literaria. No se trata de andar guitoneando. Nadie que no esté enterado del asunto, así sus diarias preocupaciones se rocen con el tema, acepte el oficio de crítico. El que puede ayudar. El que puede criticar asuntos de Física nuclear puede no sentirse apto para tratar temas de economía de mercado. Ya sabemos, sin embargo, que tratándose de política, cualquiera se adjudica esa capacidad. De ello deriva a veces que se confunde la opinión con el insulto.

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