Leí la noticia el otro día. Procedía de Senegal. Epidemia de ratas. Avalancha de roedores por calles, campos y plazas. Todos los adjetivos pueden ser convocados para aludir a este terror masivo. Pero, sin embargo, ninguno podría describir la segunda parte de la información, la médula de la noticia. El gobierno creía haber hallado una solución para el problema. Lo que no sabemos es si solucionaba así el de la plaga de roedores o el problema del hambre. La solución no era ciertamente salomónica. Con que cada senegalés se apersonase con diez rabos de ratas, obtendría un kilo de arroz. ¿Se imagina el lector esas largas colas de hambre y de ratas exánimes que de un solo golpe proclaman la higiene de la ciudad y vaticinan una alimentación satisfecha, gracias a la plaga? ¡Problemas del tercer mundo! ¿Qué dicen frente a este cuadro los que patrocinan el armamentismo, los defensores de slogans truculentos, los azuzadores de odios, los propiciadores de la paz, los dispensadores de préstamos? ¡Un kilo de arroz vale diez rabos de rata! ¿Hay quién dé más?
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