jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 76: La rebeldía de los muchachos


Había terminado la ceremonia de graduación de los de Quinto de Media. La conversación fue pasando de lo anecdótico y trivial a lo patético. Mi interlocutor estaba un tanto airado. Me extrañó porque no sólo era ciertamente adulto (con libreta electoral auténtica) y archialfabeto (con largos años de escuela normal y de lecturas francesas). ¡Cómo habían estropeado la ceremonia estos de Quinto, con su declaración insolente, contraria al plantel, vejatoria para las ideas de los invitados, comunista a todas luces! Como aprendí de los jesuitas, me limité a escuchar en silencio y a mirarlo con curiosidad alerta. Me procuré después el texto leído por los jóvenes; la injusticia social, el fariseísmo, la revaloración de la ciencia, el prestigio de la verdad en la formación. Lo esperable. Comprendí que el Colegio había formado a estos muchachos, sin saberlo. Tenían mente crítica, y el colegio ignoraba que estaban, por eso, en condiciones de lanzarse al mundo. Me penetró una honda tristeza. Que el macartismo y la ceguera intelectual concurran en algunas esferas de la vida nacional, es signo esperable en estos tiempos. Pero que la insensatez penetre en quienes tienen por tarea la formación de los jóvenes me parece (me parecerá siempre, en todas la lenguas y en todos los pueblos) un escándalo más grave que el incendio de la Biblioteca de Alejandría. No formamos a los muchachos a imagen y semejanza nuestra; no los formamos con nuestros criterios estrechos, ni para que sean testigos de nuestras opciones. Los formamos para que descubran sus opciones propias. Para que en ellos germine por cuenta propia la llama creadora. En la rebeldía y la protesta está germinando la libertad del futuro.

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