jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 78: Raúl Porras nuevamente


Cuando la señora Juanita resolvía convidarnos chocolate, los ojos le brillaban a Raúl Porras de satisfacción. En la casi soledad poblada de esa estancia, el chocolate venía siempre envuelto en conversación sabrosa, salpicada de anécdotas. Recuerdos de Vasconcelos, o menudas confesiones sobre la vida parisina de Vallejo; reconstrucción irónica de algunos momentos de la vida nacional, y siempre exaltación de los valores nuestros. La señora Juanita atisbaba desde sus ojos celestes, aprobando con alegría o callando discretamente cuando lo aconsejaba la prudencia. Casa de Raúl Porras, la evoco hoy precisamente cuando él habría cumplido  sus ochenta años. Todavía no se ha dicho lo necesario sobre su labor diplomática, por lo menos sobre la parte pública de ella, aun cuando nos consta lo que el país le debe a través de una labor silenciosa que la reserva guarda siempre en la memoria de las gentes. Vaticinó en sus conversaciones una nueva hora de justicia social, pero aborreció siempre de la mentira, censuró la deslealtad, abominó de la adulación. Sobre su tumba sigue floreciendo el país, que le debe páginas iluminadas de la historia.

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