Veinticinco años cumpliendo entre los jóvenes la misión sacerdotal. Lo sabemos bien Harold Griffiths. La vida nos llama de pronto no sabemos con qué voces, pero he aquí que estamos ya cogidos por la perplejidad ajena, incrustados en la derrota espiritual de este muchacho y en la penumbra en que aquel otro debate sus afectos. Buena labor para un hombre de Cristo que, precisamente por serlo, no renuncia a los hombres y a sus penas. En tareas comunes nos ha cogido la vida, y mientras los unos vamos cayendo un día del lado del cuerpo, para levantarnos del lado del alma al día siguiente, Harold trabajó siempre para fundir cuerpo y alma en un acto de fe. Una fe que no está pegada a las estampitas ni a las consignas secundarias accidentales, sino que se recrea y se inspira en la vida de EL, que fue hombre por excelencia, y que se nutre de la experiencia de los hombres de carne y hueso. Y he aquí que en tantos años de perseverancia, Harold nos acompaña en cuanto acontecimiento nos vincula con la fe. Estos años no son el pasado; son la justicia, la libertad y el amor que se avecinan. Bien hecho por lo hecho, Harold. ¡Pero cuánto nos falta!
Esta columna se refiere al R.P. Harold Griffiths Escardó, sacerdote peruano que después de 50 años de extraordinaria vida sacerdotal falleció el 18 de septiembre de 2003 a los 83 años.
ResponderEliminarECH
Harold fue mi profesor y de la familia y amigo personal, gran persona.
ResponderEliminarSiempre presente, su puerta siempre estuvo abierta para todos
Beso al cielo querido Harold
Lucho LTP