jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 82: Los niños de los suburbios


De pronto nos empeñamos en visitar algunos de esos suburbios que crecen enormemente con el crepúsculo, donde las sombras compiten con la sordidez. Allá fuimos con ánimo de escrutar en qué medida niños y jóvenes piensan y sueñan como los otros. Me he quedado silencioso, tenso. Varios testimonios repletan la retina. Hay una zona oscura en nuestra experiencia humana, ajena a la vida periodística de las noticias frecuentes, distante de la preocupación inmediata del universitario, al margen asimismo de toda utilización política. Los ojos de los niños menores son vivos y ágiles, pero dejan traslucir una suave tristeza. Tienen los muchachos ahí su mundo, su música y sus juegos, sus lecturas aventuradas, rastreable en elementales quioscos donde se ofrecen en competencia con el impudor. Ahí descubro que hay una lectura y una música, y hasta unos juegos, marcados también por la discriminación. De qué vale celebrar acá, de este lado de la frontera, la derrota de la enfermedad por el avance de la técnica y de los antibióticos, si hay ojos donde la alegría no puede estallar. ¿De qué vale nuestro orgullo por tanto progreso escolar, si hay niños en cuyos ojos se lee la decepción en vez de la confianza?

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