jueves, 17 de febrero de 2011

Columna 85: Los muchachos de hoy


No se aflija usted, señora mía, porque el muchacho no come. ¿Recuerda usted que a los catorce no quería bañarse y andaba como monuelo, para regodeo de vecinos? Pues ya pasó todo. No crea usted, además, que a esta edad le gusta el antiguo alfajor de Bejarano. No, señora mía, no; la época de hoy pide otras cosas, y el muchacho se ufana por comer de navaja, con lo que asegúrese usted que tendrá salud y proteínas para rato. Consuélese, si de consuelo se trata, sabiendo que en otras partes del mundo no hay ni un mal embutido para que puedan saciar el hambre los muchachos. No mida usted su dieta sino cuando lo mande el médico. Claro que no le pido a usted que abandone la feligresía y se pase a la heterodoxia. Cuídelo, mírelo desde lejos de cuando en cuando, adivínele los sentimientos, y sonría. Sonría sobre todo. No pregunte mucho: comprender no siempre es fruto de preguntar, pero exige mucho cariño siempre y paciencia bastante. Ya ve usted: he oído su súplica, y acá le estoy pidiendo al pelirrojo de su hijo que no abandone la buena costumbre del estudio, y la comparta con los paseos al aire libre y la buena música pop. ¡Pero no me pida que lo llame Manuel! El no necesita de eso para quererla como seguramente la quiere, y usted no lo necesita para verle por dentro el corazón.

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