Por sobre las cuestas y por entre la greña desmesurada fueron musculosos brazos peruanos conduciendo el oleoducto que ahora vuelca su negra carga oleaginosa en las tierras norteñas. Puro tesón peruano, bajo cielo abrasador, aseguró la esperanza y dio lección de confianza y de fe. Cómo no va a ser hermoso un pueblo que traza, sin jactancias, las rutas de su porvenir, sobreponiéndose a la injusticia social y al analfabetismo (que todavía nos rondan). Cómo no va a ser tonificante una reacción como ésta, en momentos en que muchos persisten en solazarse con nuestras incipientes muestras de independencia. Los recursos naturales constituyen un nuevo elenco de la retórica latinoamericana en su diálogo con los grandes del mundo. Pero no tomamos conciencia aún de que el hombre peruano debe figurar también en ese elenco. Junto con el petróleo, junto con los minerales, junto con la harina de pescado: el hombre peruano es también el hombre peruano. La fe del Perú es también el hombre peruano. El Perú que construimos para nuestros hijos está patente, nutrido de sol, en cada hombre peruano que trabaja en silencio, que sufre silenciosamente su postergación y su desamparo, que vibra por el bienestar que ha de alcanzar mientras depositemos en él, con nuestro seguro amor, nuestra esperanza de que tiene voluntad e inteligencia suficientes para hacer de la gran promesa una fecunda realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario