Poder decir hoy ahí en la selva, los brazos extendidos: ¡Irmaos do Brasil! Y poder escuchar con la impronta de Camoens que también se nos da el mismo calificativo. Poder decir y escuchar emocionados bajo la sombra de los bananeros, en la selva. Cuando se encuentren oficialmente los gobernantes, el pueblo de cada lado del Amazonas sabrá que se reencuentran las almas y los corazones. En cada margen del fabuloso río trazaron nuestros antepasados la ruta de este encuentro. Desde la más remota antigüedad nos trazaron el camino. Buscarnos unos pueblos a través de los Andes, buscarnos a través del río gigantesco los otros, nuestro destino fue siempre la solidaridad. Los papeles coloniales confunden nuestros nombres. Los protocolos modernos confirman esa fusión de anhelos y esperanzas. Si de una ribera se deja oír el viejo lamento: sapato do pobre é tamanco, desde las nuestras se responde: Almoco do pobre é café, café. Y nos perdemos todos extasiados ante la claridad de la luna, mientras voces suaves avientan desde la colina el tierno y melancólico acento del Ave María. Cómo no reconocer, entonces, que este encuentro oficial de hoy culmina nuestra voluntad, hecha de presentimientos felices. Brasil y Perú en las fronteras, Perú y Brasil en los corazones. El grito de Ipiranga, arrancan las voces marciales. Somos libres, responden las nuestras. Y los viejos dioses del Amazonas, arrullados en las voces, remueven su voluntad de paz y de trabajo. De este lado de la ribera, fuertes hombres de bronce agitan nuestra bandera y repiten: ¡Irmaos do Brasil!
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