Hay nombres a veces, para una generación, casi vitandos. Vamos creciendo en un mundo de estereotipias impensadas y contribuimos insensiblemente a desdibujar imágenes, ignorar valores, inventar prestigios. Viví durante mucho tiempo teniendo a Ventura García Calderón como un hombre extraño; me pesaba con fuerza la tesis de que era un peruano que pensaba en otra lengua. Leí sus cuentos con cierta displicencia, como si condescendiese a admitir que ese extranjero manejara con soltura el español. Mi descubrimiento (feliz, aunque tardío) fue tarea de la juventud madura. Lo conocí y lo traté, y entonces comprendí que nunca lo había leído de verdad, que nunca lo había conocido realmente. Me brindó su amistad y su euforia europea, pero aprendí a ver en todo ello un tierno cristal peruano que todo lo transparentaba. Ahora que releo sus textos, no solamente renuevo la nítida imagen de su prosa firme y clara, de su pródigo vocabulario, de su auténtica vocación de peruanidad. Cuando uno conversa con europeos que lo conocieron, esta imagen peruana adquiere total vigencia. Esas tertulias europeas que nosotros motejábamos de frívola concesión burguesa de salón, resultaron para los asistentes ocasión de peruanidad, una tarea que tuvo empeñado a Ventura García Calderón por largos años. Lo evoco ahora, en una casita de San Isidro, empeñado en ofrecer una nueva versión de esa irremplazable colección que ofreció al mundo la imagen de la cultura peruana. Y evoco, sobre todo, su vasto conocimiento de la literatura europea. Poco se escribe ahora sobre él. Pero él habló durante mucho tiempo de nosotros, penetró en nuestra médula, hurgó en nuestra expresión, recreó nuestra selva para la literatura. No es nombre olvidable.
Ventura García Calderón (París 1886 - París 1959), gran escritor y crítico peruano (de padres peruanos, aunque nació en Francia).
ResponderEliminarColumna publicada el 27 de octubre de 1976, recordando un aniversario de su fallecimiento.
ECH