domingo, 24 de abril de 2011

Columna 140: A Pedro Henríquez Ureña


A don Pedro Henríquez Ureña había que descubrirlo debajo de su chambergo alón y su perramus medio plomizo para gozarle la mirada socarrona y la voz pastosa. Tal vez sus clases no eran modelo de orden expositivo, pues se reducían a conversaciones que tenían la gracia y el desorden de la improvisación inteligente. Pero don Pedro enseñaba más mientras caminaba por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras, o cuando cruzaba las galerías, o en tanto revisaba libros en las librerías, o mientras leía y gozaba con sabrosura artículos de revista, sentado en un compartimento del tren que diariamente lo conducía a sus clases en la Universidad de La Plata. Ahí descubríamos al investigador, al erudito, al humanista, al crítico, al hombre extraordinariamente sabio y sencillo que era (y sigue siendo) Henríquez Ureña. Pero cuando nos parecía alcanzar el pináculo de la gloria era cuando, perdido entre obreros, explicaba con claridad asombrosa la historia de la tragedia griega que momentos después iban todos a espectar. Por eso lo sabíamos maestro.

1 comentario:

  1. Pedro Henríquez Ureña (nombre real: Nicolás Federico Henrí­quez Ureña) (29 de junio de 1884 - 11 de mayo de 1946) fue un intelectual, filólogo, crítico y escritor dominicano.

    Desplegó un papel decisivo en la vida académica argentina, que comenzó el año de su llegada al país, en 1924. Primero en la Universidad de La Plata y luego junto al filólogo español Amado Alonso, quien invita a Ureña a trabajar en el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.
    Fue maestro de Luis Jaime.

    ECH

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