Qué bien vemos a Bolognesi ahí en su gloria. Nuestro patriotismo está embebido de su gesto y de su arrojo. ¿Y quién es ese otro que a su lado trae el eco de la solidaridad continental? Es Sáenz Peña, el argentino que no conoció la vacilación y cultivó el mismo desinterés que había enseñado San Martín. Los dos comparten gloria y gratitud. Cómo resuenan en nosotros las broncas palabras del soldado, forjada en el temple de los viejos héroes. Su ejemplo persiste. Bolognesi es el ejemplo. Cómo es verdad que todo un pueblo se siente de pronto reflejado en una actitud, en una frase, en la decisión de un solo hombre. Por eso Bolognesi es el ejército, por eso es el símbolo, por eso es el Perú. No necesitamos en verdad que su estatua nos lo proclame paradigma. Aquí en el corazón está. No precisamos que nos muestren en el museo sus prendas militares. Aquí en nuestra retina están redivivas. No necesitamos que los libros nos enseñen desde niños que le debemos gratitud. Aquí en la sangre nuestra está todo eso asegurado. Cuando hoy juren los soldados fidelidad a la bandera, su voz nos ha de acompañar como un redoble de tambores. Y el héroe, desde su cielo, comprenderá que el temple de nuestros hombres es el mismo que él admiró en los suyos. Y comprenderemos todos que en nuestros muertos venerados está asegurado el porvenir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario