domingo, 24 de abril de 2011

Columna 144: Siempre la esperanza


Cuando se hace el recuento de lo que urgidamente hemos tenido que hacer, puede visitarnos la sensación del naufragio. Pero siempre la esperanza asoma su rostro puntual y nos llena de optimismo. Lo que un día parece ser el fin es apenas un simulacro de una nueva aurora. Recomenzar es una buena táctica para quien cree en el hombre. Recomenzamos siempre, no sabemos cuándo, reuniendo fragmentos de memorias antiguas, rostros olvidados, nombres preteridos un día y recobrados otro; y con todo ello construimos edificios tal vez más seguros que los antiguos. Toda empresa humana tiene sus aciertos. El defecto está en la otra cara de la medalla. Una columna suele ser la base de un edificio, y de la solidez de esa base se puede muchas veces columbrar la reciedumbre de los muros, la maciza expectativa de cemento. Quebraba la columna Sansón, y se desmoronaba el templo. El templo era, entonces, la columna. Nada de eso puede pasarle a columnas deleznables como ésta que quiere esfumarse un día y vuelve a levantarse entre olas que la circundan, procelosas. ¿Dónde está el templo? No está el profeta en el desierto. Sansón se ha cortado la melena, y carece ahora de fuerzas para destrozar el templo con el impulso de su brazo. Pero la columna se siente agobiada por la tormenta. Y de pronto la vemos dando torpes manotazos para ver si se salva del naufragio. Tal vez sea mejor no ayudarla, pues (rezan las consejas) sería prolongarle tontamente la agonía. ¡Pero el templo puede comenzar a surgir, erguido, desde el fondo del mar! Esperemos cantando el Aleluya.

1 comentario:

  1. La columna se refiere a los intentos del gobierno militar que en 1982 pretendió cerrar el diario El Observador.

    ECH

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